AMLO y la 4T: (solo) un eficiente modelo comunicacional*

Asimetrías por Héctor Llerena
9 min readDec 21, 2021

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De fondo, el modelo comunicacional del presidente López Obrador no es diferente al que han desplegado Trump, Bolsonaro, Maduro, Bukulele…

El actual Andrés Manuel López Obrador irrumpe el 1º de diciembre de 2018 en la arena pública, e instala una nueva forma en que un gobierno mexicano se comunica con sus gobernados. Aunque en realidad, solo llegó a instaurar la versión presidencial de un modelo de comunicación muy personal, que venía perfeccionando desde hace casi 30 años. A AMLO le funcionó aquello de que tener confianza en una causa propia, llevada con perseverancia y sin autolimitarse, puede llevar muy lejos a quien lo crea y se aplique.

López Obrador es un líder con un estilo mesiánico, desde el punto de vista más descriptivo, pues su mensaje es de salvación, de esperanza, a partir de ser él quien cambie el estado de las cosas, pero no para todos, sino solo para su público: los desheredados. Y aunque su promesa es “el cambio verdadero”, o la transformación, no describe realmente en que consistiría el futuro para su tribu, quizás para no distraerle de lo que realmente le importa: impulsar su agenda de corto plazo, y poder construirle continuidad a su proyecto. Incluso hay quienes creen que AMLO, más que buscar reelegirse formalmente en 2024, quiere perpetuarse con una figura de injerencia formal más parecida al Maximato, que a un liderazgo moral.

Pegaso by Asimetrías por Héctor Llerena

Andrés Manuel es un animal político-comunicador, me dice un experimentado periodista, que cubrió en sus épocas de reportero las “mañaneras”, cuando AMLO era jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, como si entonces ya se pudiera separar el quehacer político y el oficio de comunicar. Un homo-politicus-communicator

De fondo, el modelo comunicacional del presidente López Obrador no es diferente al que han desplegado Trump, Bolsonaro, Maduro, Bukulele… Cada uno con su intensidad y estilo, pero todos buscan que su mensaje sea el que prevalezca en cualquiera de los espacios de discusión pública, ya sea por su importancia o por su efecto para generar polémica y disrupción. Buscan que lo que digan permee todo el tiempo entre sus seguidores, para retroalimentarles sus creencias y que se conviertan en replicadores, defensores o evangelizadores de la causa. También buscan a toda costa, que su mensaje sea la única verdad, aunque sea mentira.

Si Baudelaire dijo que “el mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe”, el mejor swing de López Obrador es hacerles creer a sus adversarios que siempre es lerdo, inculto, desinformado, visceral…por lo que la expectativa es que la diosa de la opinión pública dejé caer su inclemencia en forma de encuesta desaprobatoria, cosa que ha sucedido con suma benevolencia en general, porque si bien hubo daños importantes en las urbes clasemedieras en junio pasado, los índices le siguen favoreciendo al presidente.

La estrategia de un solo público

¿El presidente debería gobernar y “hablarle” a todas las personas, o sólo a sus seguidores? La discusión será eterna, circular, y la respuesta no es obvia. Desde la corrección política, la ética pública e incluso, desde el mandato democrático, la respuesta es “sí, debe gobernar para todas y todos”. Sin embargo, desde la personalidad rupturista del protagonista, y una lógica de eficiencia del poder, Andrés Manuel López Obrador ha decidido apostarle a la rentabilidad de tener un solo público. Un solo perfil de seguidor que, según las mediciones, es de alta fidelidad. No importa que la mayoría de los indicadores duros reprueben a su gobierno en cuanto a resultados en temas como la seguridad, la economía o la salud. Lo que pasa, podría decirse, es que las encuestas aún no pueden medir fielmente la sensación de justicia, la percepción de esperanza, ni el sentimiento colectivo de estar insertos en la construcción de una tierra prometida que, aunque se ofrezca como proyecto en preventa, hay toda la fe en que se hará realidad, y si no, por lo menos se hará pagar a los opresores del pasado todo lo que hicieron y dejaron de hacer para que la luz no iluminara el futuro de la mayoría. Redención, justicia histórica, venganza o resentimientos…usted nómbrela.

Y es que este México de hoy no tiene ya evaluaciones tajantes que logren consenso. Todo depende del lado de la avenida del que esté quien evalúa. Así pues, habrá logros que son para unos buenos, aunque dentro de lo normal, y que para otros serán hitos históricos, casi de epopeya, y para otros más, efectos inerciales de un gobierno que hace lo mínimo que debería hacer. “Faltaba menos”, espetan.

Lo mismo sucede con las carencias y los errores, que para una óptica son pifias costosísimas y trascendentales, y que, para otros, son la ruta esperada, aún en pendiente pronunciada, por el caos y la podredumbre heredada de los monstruos del pasado oscuro. Cada uno opina lo que siente, lo que le remueve escuchar al otro. Hasta aquí, el consenso social parece tan en extinción como un tigre dientes de sable.

Polarizar, este verbo que tanto usamos y que hoy nos significa más que nunca, que surge de oírnos descalificándonos, injuriándonos, de darnos cuenta de que, en efecto, vivimos en dos países distintos, divididos por un perceptual muro fronterizo más alto e impenetrable que el que Trump quería edificar. Lo más complicado es que en ambos lados se quedó una parte de la razón, y en ambos lados se cultiva el odio al contiguo. El incentivo no es, como románticamente se dice, el bien de la patria, sino el doblegar al otro, porque a estas alturas del enfrentamiento, los dos proyectos de país terminan siendo excluyentes del que pierda. No se puede comprarle al presidente eso de que en política no hay enemigos, sino adversarios. Él le ha puesto la diana en la cabeza a un tipo de mexicanidad que hoy busca defenderse, o por lo menos, no terminar linchada en aras de una nación más justa, esa que hoy no se ve de qué sombrero la sacará el ilusionista.

AMLO no se inventó en 2018

Como justiciero, arquetipo natural para López Obrador, se dio cuenta muy pronto que podía atraer a la audiencia desde cuando protagonizaba aquellos bloqueos a pozos petroleros en Tabasco. En esos primeros episodios de resistencia pacífica, casi de provocadora inmolación, el personaje público de AMLO empezó a proyectarse como auténtico. “Para entenderlo, hay que entender su entorno original. Por eso los analistas chilangos no atinan a leerlo, o a adelantarse”, me dice un conocedor no tabasqueño de la cultura política de Tabasco, de cómo creció AMLO y buena parte de su grupo original, y testigo vívido de las dinámicas de los grupos de por allá, donde los pantanos dominan la superficie.

Aún cuando desde entonces su móvil pudo haber sido la rentabilidad política personal, él se manejó como cualquier otro miembro de los del grupo de protesta, y más de una vez terminó detenido o golpeado por la policía. Sin duda, la autenticidad es un valor central que, sumado a una causa, resultan en los dos puntales que construyen la credibilidad de un líder social. No hay como negar que López Obrador es el líder de un grupo muy numeroso de personas, a quienes les resuena su discurso, sus otros datos y su historia de buenos y malos con las que explica su causa y sus decisiones, con la que dibuja al monstruo que hay que contener, para lograr llegar al “edén”. En este tour por imágenes familiares y creíbles, cualquier dato que busque ser detractor de las intenciones y resultados del presidente, se convierte, por arte del escudo emocional de su público, en un bumerán que se devuelve a su emisor, “por falso y mal intencionado”. En esta dimensión, el sentimiento que despierta saber que, por fin, “hay alguien de nosotros que nos hará justicia”, mata cualquier medición, estudio u opinión experta. La democracia puede ser una forma de amor incondicional.

La comunicación en épocas de la 4T

El modelo de comunicación del presidente López Obrador tiene componentes orgánicos, dados por su personalidad, formación y visión del mundo. Otros, intuitivos a partir de su experiencia al ras del terreno, y otros francamente técnicos, que incluyen inversión de recursos, como es el caso de las plataformas de difusión, los medios alternos afines y los ejércitos digitales…Sin embargo, hay ejemplos de otros personajes que han invertido mucho más en su posicionamiento, y no han logrado ni de cerca el impacto que AMLO tiene en sus audiencias ni en la conversación pública del país…ni en sus adversarios.

  • Contar historias

López Obrador tiene un talento que lo ha diferenciado poderosamente como comunicador: es un contador de historias nato, y a lo largo de su historia pública, ha entendido (y vivido) el poder de las narrativas que conectan con las creencias más sensibles de su público. Los “desheredados”, ese grupo social que creció con el relato constante sobre la indiferencia histórica del gobierno y las instituciones, de los abusos de la oligarquía, y del pueblo que aguanta por conveniencia, pero que no perdona…y ahora ya tiene quien encabece su reivindicación. Esta narrativa es muy completa: tiene personajes antagónicos, y estos tienen nombre (fifís, conservadores, neoliberales, pueblo…), ejes de tensión entre buenos y malos, momentos que activan la trama, giros temáticos… Además, esta trama está construida con base en figuras sociales que ya poblaban el imaginario social de esas personas, en las que no importa su lugar de residencia, ni su origen, ni la edad, ni su nivel socioeconómico, ni escolaridad. Este grupo de millones de personas, lo que comparte es una misma visión del mundo, del país, de su tiempo, y AMLO conoce las palabras, las actitudes y los temas que les genera indignación, azoro u optimismo. Comunicar es conectar…para mover.

  • “La mañanera”: al que madruga…el dios de las redes, le ayuda

Al talento y toque comunicacional del presidente, hay que agregar el diseño de una plataforma de proyección, que dejó como cavernícolas a aquellos comunicadores que, para imponer sus versiones oficiosas, pagaban gacetillas e insertos en decenas de periódicos, estaciones de radio o de TV, o peor aún, mandaban retirar ejemplares de revistas con algún contenido dañino a sus intereses, o tirajes completos de diarios.

Hoy “La mañanera” es un caso de éxito sobre cómo liderar la agenda conversacional sobre temas públicos. Es cierto, no en el 100% de los casos, pero sí en más de un 95%, la conferencia matutina del presidente es la que define los temas y giros sobre éstos que tendrá la opinión pública en medios y redes sociales en México.

Su formato “disruptivo” con respecto a otros ejercicios de comunicación abierta de gobiernos anteriores, le da ese halo de cambio al gobierno de López Obrador, y le imprime la calidad de referente para la memoria de corto plazo en los temas públicos: si se dijo en “la mañanera”, es palabra del señor.

“La mañanera” de AMLO da para todo un análisis, pero en esta ocasión solo subrayaré el hecho de que es la plataforma más poderosa de amplificación del mensaje del presidente, compuesto por su narrativa oficial, y concretado con un mensaje de coyuntura, pues todos los medios tradicionales la retransmiten, ya sea en sus emisiones en vivo o en sus páginas web…además del trabajo editorializante de plataformas digitales como El Chapucero, Diario El Soberano, etc, que tienen como objetivo ser las fuentes de propaganda de la 4T para con sus simpatizantes y militantes. Es decir, un circuito cerrado de comunicación, en cuanto a contenidos y tratamiento de las noticias. Cada uno cree lo que quiere…o puede.

Y aunque sólo es vista en vivo por una fracción de la ciudadanía, “La mañanera” domina, a fuerza del presupuesto para pautas publicitarias, que en otros gobiernos condicionaron la vida, expansión y crecimiento de los medios de comunicación en México. Los grandes medios desde 1940 han vivido, y las fortunas de los dueños han tenido ascensos vertiginosos, por las absurdas cantidades que eran negociadas desde el poder presidencial para mantener control sobre los contenidos y flujos de información, condicionamiento que aún subsiste, no obstante, las grandes reasignaciones presupuestales en el rubro de la publicidad que ha hecho este gobierno. O estas conmigo…o estas contra mí.

Y ni qué decir de los ejércitos digitales, que se ha dicho, están financiados desde Palacio Nacional, o de las granjas de bots, que surgen a escena para defender, usando la técnica bautizada por el presidente como “nado sincronizado”, temas y posturas de la 4T, o para atacar, cual jauría digital, a sus oponentes de 140 caracteres.

¿Qué sigue?

AMLO llegó a imponer una nueva forma en que un gobierno se comunica con sus públicos, …o decide no comunicarse con otros. Desde los formatos, contenidos, léxico y objetivos, el modelo es una “aportación” a la historia de la comunicación pública mexicana, y difícilmente veo a los próximos gobiernos modificarlo drásticamente sin sufrir un rechazo del gran público.

Este modelo cada vez más abiertamente se enfoca en un segmento de las y los mexicanos, y excluye con toda intención a los otros segmentos poblacionales. Lo importante será ver si esta estrategia dará utilidades crecientes, marginales o francamente será contraproducente para los cálculos electorales, porque, como sostengo desde hace tiempo, la 4T, hasta ahora, ha sido un fenómeno fundamentalmente de comunicación.

*Originalmente publicado en la Revista Fortuna de noviembre de 2021.

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Asimetrías por Héctor Llerena
Asimetrías por Héctor Llerena

Written by Asimetrías por Héctor Llerena

Comunicación, política y sociedad por @hllerena, director de https://www.hllerenayasociados.com/ y profesor en @ITAM_mx, @ortegaygassetmx, @IISUNAM, @uamxo

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